lunes, 21 de noviembre de 2011

Gentuza

Uno, dos, tres, cuatro... así puedo seguir hasta 100. Pero muchas veces no me sirve. Quizá si contara hasta 200 me iría mejor.

Un servicio público en un centro comercial. Un cambiador de bebés, yo y pelillos con un regalito en el pañal. El servicio está lleno de mujeres que van y vienen. Veo que les molesta el carrito de pelillos por sus caras. El carrito impide usar un grifo y no hay otro sitio dónde pueda ponerlo porque el servicio no es muy grande. Pero hay otros 4 grifos más, creo que no es tanto sacrificio esperar 5 minutos a que cambie un pañal.

Entran 3 chavalas. Taconazo, extensiones hasta en el coño, un litro de colonia, la cara como una puerta, escote hasta el ombligo, minifalda y bastante tontería encima.

Pelillos está con sus encantos al aire y yo en plena faena de cambio pañañil.

De pronto oigo una frase. Me digo a mi misma que no puede ser, que es imposible. Aralia, sin duda has oido mal. El helado que tas comido hace un rato te ha alterado la capacidad auditiva.

Y la vuelvo a oir entre una nube de perfume, mientras el gloss ultrabrillante y ultracegador es retocado.

"Joder qué puto ascazo el crio ése"

Y ésta vez, mientras unas pestañas se cubren con otro kilo de rimmel, acompañada la frase por:

"Se me está revolviendo el estómago, ya lo podía cambiar en su puta casa"

No conté hasta 200, ni hasta 100. Nisiquiera hasta 10. Es más, no llegué ni hasta 1. El resto de la historia es desagradable asique ahorro detalles.

Pero lo peor es que esas chavalas eran más o menos de mi edad.

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