sábado, 28 de enero de 2012

Días muy grises

Cuando uno de tus familiares está enfermo, es una putada y de las gordas.

Lo primero: lo ves mal. Lo ves mal y te hundes tú también. O también puede ser que lo veas muy, muy muy mal y entonces aparte de hundirte tú, se te hunde el mundo.

Empiezas a pensar en "lo que podría pasar". En lo peor que podría pasar. Empiezas a darle vueltas y a pensar en ello sin parar, piensas en lo que te dicen los médicos y hasta qué punto te están diciendo las cosas claras, y pasas las noches con una angustia enorme, tienes pesadillas lo poco que puedes dormir y piensas en cómo reaccionarias en ése caso, aunque eso nunca lo sabrás con seguridad.

Lloras. Lloras mucho, estás muy sensible y susceptible, cualquier canción triste te hace llorar, y sobre todo si habla de seres queridos o de mirar adelante. Y sin falta de canciones ni tonterías, lloras porque estás pensado todo el día en lo mismo. Y lloras porque no sabes si tú puedes seguir mirando hacia adelante.

Intentas hacerte la fuerte. Aparentas una gran seguridad ante el mundo y ante la gente que te pregunta qué tal está, aseguras que saldrá de ésta y levantará cabeza pronto. Aunque ni tú misma sabes si saldrá de ésta y si levantará cabeza o no. Intentas no preocupar al resto de tus seres queridos, intentas que te vean bien y pones una sonrisa en la cara aunque por dentro estás llorando.

Durante el día intentas no pensar en ello demasiado, intentas autoconvencerte de que es fuerte y de que ésto pasará. Lo intentas de veras, aunque en el fondo tienes un cajón oscuro lleno de temores y miedos.

Ésto es peor cuando lo que tu familiar tiene no es directamente para morirse. No es un cáncer, ni un tumor. Pero sabes que es malo, y no sabes hasta qué punto lo es. No sabes hasta qué punto se puede vivir con ello y hasta qué punto no. Los médicos tampoco ayudan.

Y cuándo ves que a tu familiar en cuánto se le desequilibria un poco su frágil interior pasa unos días hospitalizado en los que no sabe quién es, en los que no controla sus manos, en los que está totalmente desorientado, en los que habla muy lento y se mueve más lento aún, y sobre todo, sabiendo lo joven que es, tu vida se convierte en un infierno.

Sabes que esos episodios pasarán, y que en pocos días volverá a ser el mismo y a hacer sus bromas habituales y a mirar la vida con esa energía, esa alegría y esa esperanza. Pero no quita que los días que pasa mal, te parezca que te están arrancando tu propio corazón. Y sobre todo, no quita que esos días, pienses en que no saldrá de éste episodio.

Y, nada, nada en el mundo te prepara para ver a ése ser querido que es un pilar de tu vida con pañales.

Las enfermedades son un puto asco.

Joder, qué miedo tengo...

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